miércoles, 20 de junio de 2007

Madrid me mata

Me manda hace unos días mi amigo Carlos de Abuin un email con el enlace a un artículo que había publicado Víctor Alfaro (uno de los pocos periodistas inmersos en cuerpo y alma en este mundillo de la canción de autor) en su página, en el que reproducía un post que yo había escrito en mi blog, en el que hablaba sobre la relación de los músicos con los dueños de los locales y se hacía eco de una idea que yo proponía: Huelga de músicos. El caso es que tras la publicación de Víctor, Kika, otra “blogger” (cómo me joden este tipo de nombres) afamada, escribió algo al respecto, hablando de la posibilidad de una “huelga de público”.

En aquel artículo (me gusta mucho más que “post”, que es una palabreja asquerosa) ella nos daba un toque de atención, para no dormirnos en los laureles. Comparto con Kika al 100% las reflexiones que hace, ya que en los últimos tiempos hay poco “riesgo” en el escenario, se trabaja poco, se cuida menos, pero mi reflexión no iba por ahí, no. Es posible que si yo me repito, si soy aburrido, si no arriesgo, la gente dejará de ir a verme en concierto, pero esa gente, es MI gente, no la gente de ningún local, que es a lo que me refería. Los locales no ponen gente, la gente la llevamos los músicos, van a vernos a nosotros, mientras que los dueños de los locales nos tratan como una mierda.

Aquel artículo nació un día, como una reflexión, tras un SMS de un amigo cantautor que decía: “Este sábado toco en Libertad 8, por fin me dan un sábado, ¡vamos a reventarlo!”. ¿A reventarlo?, ¿por qué?, ¿para que los dueños del local vivan mejor?. Es decir, ellos me van a hacer el favor de llevarles a mis amigos, que llenaran el local al 100% y de lo que ellos ganen, si soy bueno y van muchos amigos, se emborrachan y pagan un dineral, a cambio el dueño del local volverá a llamarme para cantar, aunque yo sea una puñetera mierda escribiendo y cantando, ¿no?. A eso me refería.

Yo viví los comienzos de los 80, cuando los fines de semana salía a escuchar música, entonces nos acercábamos a los locales a ver quién cantaba, muchas veces ni siquiera conocíamos al que cantaba, pero los locales estaban llenos. Los locales tenían prestigio, la gente acudía porque sabían que allí escucharían buena música, aunque no conocieran al susodicho. Eso hoy no pasa. Al dueño del local le importa un huevo la música que yo haga, ni siquiera le importa si desafino o no, ya que si van 50 ó 60 personas conmigo, podré cantar donde quiera.

Así nos luce el pelo. ¿Os acordáis que Esperancita antes fue Ministra de Cultura?. “Madrid me mata”.

Francisco Espinosa



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